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domingo, 26 de abril de 2009

Presentación del libro El puerto y Arturo. Ministerio de Relaciones Exteriores
















Presentación El Puerto y Arturo en el Ministerio de Relaciones Exteriores


Compartimos con Roberto al menos dos obsesiones:
una yo diría lo bastante evidente y es nuestra pasión por el Arte, la segunda -esto ya a manera de confesión-..... somos de los que escriben los libros mientras leemos.


Lo que voy a leer, entonces, tan íntimo como imperfecto, surgió al momento de la lectura, con Arturo a mi lado, cómplice, por supuesto.



En una cama yace un hombre. No puede leer, ni pensar. Recuerda vagamente cuando se tiró en el lecho. Han pasado muchas horas. Sufre. Me pregunto que lo llevó a escribir. Supongo que simplemente necesidad. El arte siempre surge de la necesidad. Es inevitable, incontenible. Se debe hacer. ¿Quién es Arturo? Entienda, no quiero molestarlo, me importa contextualizar, conocer. Las respuestas casi siempre son eludidas. Libera 3 palabras con obstinada imprecisión, larga una carcajada y el rumbo parece ser otro. Lo entiendo, imagino sus probables respuestas. Alguien dijo que era un libro triste. A Arturo -eso- le molestaría. Él persigue otros intereses. Atiende, reconoce, condena. Ante un mal cuadro sólo ve el marco. Cuando desfilan ante él los ve hundirse como una misma cosa... sigo leyendo... sus obsesiones me agudizan. Me gusta la toma de partido, disfruto. No me parece tan triste, despierta mi curiosidad. El aprender está íntimamente ligado a ese sentimiento de curiosidad. Los niños lo saben; algunos adultos, también lo saben. No se encajonan en rígidos estantes de acero. Nuevas escenas desfilan por su mente exaltada, inesperadamente, chocan contra sus ojos. Los grandes espacios burgueses son confrontados con pequeñas piezas de pensión. Llueve. En la calle, el agua corre. En un baldío de enfrente, unos chiquilines sucios juegan en un charco. Uno coloca adoquines alineados tratando de formar un puente.

Construye Gonzalo sobre el Puerto y Arturo.
Por los tejados se asoma la vida ambigua de muchísimos seres. Dibuja y pinta infatigablemente. Abandonó recientemente su casa paterna, hizo un breve pasaje por aquel antiguo Molino en el Prado y ahora vive frente al Puerto. Era uno de esos pintores humildes, pintores artesanos. Pintores que tienen en la pintura su religión y su oficio. Un obrero en el Arte. Me entierro en un café. Cerca del mostrador está la rueda clásica. Empleados, comerciantes y algún médico. ¿Te acordás del rengo Toribio, aquel gordo medio avivado, que venía todas las tardes? Me voy alejando. Siento que he dejado junto a esos muros un poco de esperanza de eternidad. Escribo: el Arte es aquello que muerde lo real, si... eso está bien, alguien me lo recordó recientemente.
Arturo camina de retorno a su altillo. La masa humana va y viene con ritmo pendular. Continúo escribiendo, voy haciendo rayas sobre un pedazo de cartón. Pienso en mi maestro que pasó a morar en la nada. Sigo haciendo rayas, dibujando cosas simples.Cada vez me conozco menos.
¿Por qué pinto? Manchas azules sobre un fondo negro se mueven en combinaciones epilépticas.

Disculpen..... estoy harto de andar a la deriva.



J.B. / Montevideo, 6 de octubre de 2006.